Reflejo.

Hoy me mire en el espejo y vi a alguien nuevo. Era alguien que no se enterraba en las dudas y que se dejaba nacer en cada mañana cuando el sol le abría las pestañas de par en par. Alguien con tanta fuerza en la mirada, que era capaz de soportar en sus pupilas el reflejo de mil derrotas y que no se tapaba los ojos cuando quería llorar. Era alguien valiente y no luchaba por ganar, sino por no perder aquello que mas quería. Luchaba contra todo aquello que le hacia daño y bailaba hasta que la música le pidiera tregua. Cortaba el aire con su pelo suelto al andar, sonreía antes de parar y vivía como si no existiera la posibilidad de freno.
Hoy conocí a alguien, alguien nuevo. La he visto en el reflejo del espejo y era yo haciéndome mayor.
He visto como aprendía a andar sobre el mar, como si no pudiera despegarme de mi tendencia al naufragio, como si ya no quisiera volver a la vida de capitán. Sintiendo crecer el asfalto en mis venas, preguntándome una y otra vez si las líneas discontinuas de una ruta son las metáforas de mi vida. Es decir, la historia de alguien que quiso trazar su camino con los pies en el suelo con un trazo firme, pero no podía evitar volarse la cabeza por algo o alguien de vez en cuando. Y así, se transformaban las sogas que parecen colgar de mis manos cuando todo me ahoga, por lazos en el pelo de niñas en su primer día de colegio. Crecían flores en mi pecho como si fuera el funeral de mi corazón por haberlo cedido por completo a alguien.
Un anciano estaba a mi lado acariciándome el pelo y recordándome que no debo tener miedo a caer. Que ahora, que el estaba en el cielo comprendía que tan importante es aprender. Y que ni volar siempre, ni vivir al ras del suelo nos va a librar de acabar bajo tierra. Que hay que vivir, vivir al limite y vivir el hoy. En esa imagen que veía en el espejo me había dejado de doler la lengua, porque me había dejado de morder cuando quería gritar. Tampoco me dolía la cabeza de tantas resacas sin sentido, ni las piernas de tanto nadar a contracorriente, y ni tampoco los brazos que había dejado de levantarlos cuando un revolver me enfriaba la sien. Y había aprendido a agarrar a los que quiero de la mano bien fuerte y decirles:"Voy a luchar".
Y me reía, porque eso es lo que hay que hacer cuando te pisan continuamente la cabeza. Mantenía la cabeza bien alta con el filo de la cuchilla escribiéndome el final en mi garganta, me tapaba el oído izquierdo y en el derecho sonaba la canción favorita de mi madre.
En los últimos segundos no veía pasar mi vida delante de mis ojos, sino que cerraba los parpados y sonreía al ver a todos los que son mi vida saludándome desde el anden. Cuando en realidad todo sonaba a sonata de despedida, y así intuía mi adiós sonriendo.
Al que van a decapitar no hace falta que se incline para despedir la función.  Shhhhh ... silencio, aplausos y guillotina. Después cierro el telón y con la ultima carta asomándose en mi manga, con una sonrisa asomándome en los labios recuerdo aquello que me dijo alguien. Que así como el ignorante cree saberlo todo, el imbécil cree tenerlo todo bajo control. Y recuerdo al espectador que solo yo escribo mi guion y mi historia, me empapo el alma de victoria porque todo lo que escribo en el espejo también lo escribo en mi piel.



Valiente.



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