Ya no me gusta el otoño ni la lluvia.

Aunque parezca mentira, no sea aceptado, se vea como algo enfermo y no este bien. Tengo la necesidad de comerte a distancia, contarte mi día en verso y vernos reír con nuestra historia a cuestas.
¿Sabes una cosa? ... Ya no me gusta el otoño ni la lluvia, porque hasta las hojas llevan tatuadas tu apellido, y cada gota es una lagrima que llora el cielo en nombre de nuestro amor. Todo me recuerda a vos y esa es la peor tortura que ha sufrido mi cuerpo hasta ahora.
El día que te fuiste inverne en la guarida del lobo viéndote desde la ventana, vi morir a las margaritas y me dejaste apagada. Yo que aposte por vos aun sabiendo que la partida estaba perdida. Aunque parezca retorcido tengo la obligación de extrañarte mientras me rompo, sentir como sangras por dentro y despojarme de este cuento que ya no existe.
El día que te fuiste prometí no llorar pero me siento a mitad de un mar salvaje, como quien jura cuidarse y acaba en destrozo. Y acá estoy jugándome la vida entre los restos desgastados de lo que fuimos, sintiendo como me atraviesa la esperanza rota de creer que volverás. Ahora somos oscuridad, yo que arriesgaba por vos aun sabiendo que algún día dejaríamos de brillar. Me hiciste una herida de esas que no tienen fin, de las que llegan al hueso y allí se quedan dormidas. Entendeme, estoy mojada demás, venida a menos y tengo media vida guardada en mi cuaderno.
El día que te fuiste tus huellas te delataron de madrugada, se amarraron a mis venas y las vi nada mas al despertar.Ya no estabas, ni tampoco tus miedos, los mismos que te hicieron huir con la culpa a cuestas y los recuerdos marchitos. Estoy segura de que serás la mas bonita de mi cicatrices, la mas profunda de mis tristezas, la confianza rota de un corte incurable y mi "para siempre" destrozado en un "nunca mas".
El día que te fuiste y que paso todo lo malo, rompiste todos los mañanas que imagine juntos, rompiste todas las promesas que acune en los ojos y escribirte es la única manera que tengo de acariciar tu recuerdo.Ya no estas, ni tampoco tu aliento y ni el valor de arrastrarme hasta lo que éramos cuando nos queríamos. Te llevaste lo que somos y lo convertiste en lo que fuimos. Desde el día que termino todo, muero en vida y vivo apagada. Yo que aposte por vos aun sabiendo que perderíamos. Yo que arriesgaba por vos aun sabiendo que algún día dejaríamos de existir.
Y entonces el reloj dio las doce en punto, no había carrozas ni zapatos de cristal. Ahí estaba yo, quieta, deseando que en cualquier momento todo cambiaria y dejaba abierta las ventanas por si te asomabas a escondidas como en viejos tiempos.
Pero ... ¡Que tonta!...
Nos fuimos y no hago mas que hablarle a tu recuerdo, la hora de la cena se me ha alargado y ya no hay domingos de siestas en tu espalda. Y si, luche hasta decir "te quiero y me marcho", y fue que gane porque así es como mueren los héroes.

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